Un Mundial en la antesala del abismo
Balón del Mundial 1938, en Francia. Mientras la pelota rodaba en junio, Europa ardía en tensiones. Las sombras de la Segunda Guerra Mundial ya se dibujaban en el horizonte. Alemania había anexado Austria apenas unos meses antes, Italia era una potencia totalitaria, y España estaba hundida en una guerra civil. Pese a todo, la FIFA siguió adelante con el tercer Campeonato Mundial de Fútbol. En medio del caos creciente, un nuevo balón apareció en escena: el Allen.
A diferencia de sus predecesores, el Allen fue el primer balón enteramente producido por una empresa privada y con marca registrada en una Copa del Mundo, Francia 1938. Fue un punto de inflexión: el fútbol dejaba atrás la etapa del utilitarismo político en los balones con el Federale 102 y comenzaba a abrir la puerta al nacimiento del marketing deportivo, aunque aún de forma tímida.
El contexto de la elección del balón
A pesar de que muchos países latinoamericanos boicotearon el torneo —Uruguay, campeón en 1930, no asistió—, Francia asumió la organización con orgullo tras el mundial de Italia 1934. Y como país anfitrión, fue también responsable de proponer el balón. La empresa seleccionada fue Allen, un fabricante de equipamiento deportivo francés fundado en los años 1920.
La FIFA aceptó el modelo propuesto, y por primera vez en la historia de los Mundiales, el balón oficial llevaba impreso el nombre del fabricante. Aunque esta práctica se haría común recién en la segunda mitad del siglo XX, el Mundial de 1938 fue el inicio de esa relación incipiente entre marca y Copa del Mundo.
El diseño del Allen: innovación en gajos
El balón Allen se apartó del diseño tradicional de 12 paneles simétricos que había caracterizado a modelos anteriores. Su característica más visible era su estructura de 13 gajos rectangulares, que le daba una apariencia más compacta y una mayor retención de forma esférica.
Este diseño permitía una distribución más uniforme del cuero, lo que mejoraba el vuelo del balón y su comportamiento en campo seco. Sin embargo, como todos los balones de la época, aún sufría con la humedad: bajo la lluvia, se volvía más pesado y duro.
Características técnicas del balón Allen
- Peso: Entre 420 y 450 gramos
- Material: Cuero curtido, cosido a mano
- Paneles: 13 paneles rectangulares
- Color: Marrón claro
- Costura: Cordón de cierre aún visible, aunque más corto y discreto
- Presión interna: Mediante vejiga de goma inflable manualmente
Una mejora significativa fue la disminución del tamaño del cordón, lo que redujo el riesgo de cortes en los cabezazos. El Allen era, para los estándares de la época, un balón más «jugable», aunque aún conservaba un peso elevado en condiciones húmedas.
Un balón técnico para un fútbol más veloz
El Mundial de 1938 mostró avances en el juego. Francia, Brasil, Hungría y Checoslovaquia exhibieron estilos más veloces y menos basados en el contacto físico. El Allen permitió un fútbol más fluido que el que había impuesto el pesado Federale 102 cuatro años antes.
Brasil, por ejemplo, mostró destellos de lo que décadas después sería su marca registrada: regate, velocidad y juego ofensivo. Le marcó seis goles a Polonia en un partido memorable, con un triplete de Leônidas da Silva. El Allen se adaptaba mejor a ese tipo de juego: más liviano, más redondo, más previsible.
La final: Italia repite con oficio
La final se disputó en París, el 19 de junio. Italia, defensora del título, enfrentó a una poderosa Hungría. El resultado fue 4-2 a favor de los italianos, que consiguieron así su segundo campeonato consecutivo. Giuseppe Meazza y Silvio Piola fueron las figuras del equipo, que combinó talento y pragmatismo.
El balón Allen cumplió con creces. No hubo reclamos, ni controversias técnicas. Su desempeño fue más homogéneo que el de sus predecesores. El fútbol, poco a poco, empezaba a girar en torno a una pelota más estandarizada, menos improvisada, más pensada para el espectáculo.
Un símbolo antes de la guerra
El Allen no fue solo un balón. Fue también el último suspiro de normalidad antes de la tormenta. El Mundial de 1938 sería el último en doce años. La Segunda Guerra Mundial obligaría a suspender las ediciones de 1942 y 1946.
Así, el Allen quedó en la memoria como el balón que cerró la primera etapa del fútbol mundial. Una etapa rústica, artesanal, en la que cada país organizador decidía el balón según sus propios intereses deportivos o políticos, sin una industria global detrás.
Curiosidades del Allen
- Se utilizaron más de 80 balones durante el torneo, una cifra alta para la época.
- Algunos partidos se jugaron bajo lluvia intensa, y los balones quedaban inutilizables luego de 45 minutos.
- La FIFA pidió informes técnicos sobre el comportamiento del balón, lo que sentó precedentes para los tests modernos.
- Allen desapareció como proveedor oficial tras el Mundial. No volvió a fabricar balones para Copas del Mundo.
Comparativa: del Federale al Allen
Característica | Federale 102 | Allen (1938) |
---|---|---|
Paneles | 12 | 13 (rectángulos) |
Peso promedio | 450 g | 430 g |
Costura | Visible, cordón largo | Visible, cordón corto |
Vuelo del balón | Irregular | Más estable |
Resistencia a la lluvia | Media | Media |
Influencia en el juego | Juego físico | Juego técnico |
El fin de una era
El balón Allen fue el último balón completamente hecho a mano utilizado en un Mundial sin controles internacionales. Después de la guerra, la FIFA asumiría más responsabilidades, y los fabricantes comenzarían a competir por diseñar modelos innovadores.
En ese sentido, el Allen es también el final de una era: la era en que los balones eran objetos artesanales, nacionales y anónimos, más cercanos al oficio que al espectáculo.
Conclusión: un balón olvidado, pero pionero
Hoy pocos recuerdan el balón Allen. No está en los escudos de equipos que rememoran el fútbol de principios del siglo XX, ni tiene la fama de los Telstar de los años 70, ni la tecnología de los Teamgeist del siglo XXI. Pero fue el primero con marca visible, el primero con un diseño distinto al clásico, y el último antes de que el mundo se hundiera en el conflicto.
Tal vez por eso, su legado es silencioso. Pero sin él, no se entiende la evolución de los balones de la Copa del Mundo. En su cuero quedó grabado el último capítulo de un fútbol que todavía era humano, imperfecto y, como Europa en 1938, al borde de cambiar para siempre.